Desde tiempos inmemoriales el ser humano ha sentido la llamada a la transformación. Un anhelo profundo, una inquietud que lo empuja más allá de la comodidad de lo conocido. En todas las tradiciones espirituales este camino se ha descrito como el viaje del héroe, un proceso iniciático donde se atraviesan pruebas, se enfrenta el caos y finalmente se accede a una nueva dimensión del ser.
En el Tantra, este viaje no es una lucha, sino una rendición. Es el arte de entregarse al flujo de la existencia, sin resistencia, sin miedo. La Odisea del Ser es en esencia un viaje tántrico: un descenso al corazón de la experiencia para renacer en una nueva consciencia.
El llamado al viaje: La incomodidad del despertar
Todo viaje comienza con una inquietud. Una sensación de que algo en la vida ya no encaja, una chispa que enciende la necesidad de cambio. Sin embargo, la mente duda: ¿Y si esto es solo una fase? ¿Y si estoy buscando donde no hay nada? Pero el que ha escuchado la llamada ya no puede desoírla.
Muchos intentan ignorarlo aferrándose a la seguridad de lo conocido. Sin embargo, el Tantra enseña que la única seguridad real es la fluidez. Todo cambia, todo se transforma. Quien se aferra, sufre. Quien fluye, despierta.
El caos: La tormenta que revela
Nada más comenzar el viaje, el viajero se enfrenta a su primer gran desafío: el caos. Lo inesperado irrumpe, las certezas se desmoronan, los miedos emergen con fuerza. En este punto muchos sienten la tentación de volver atrás. “No era el momento”, “Esto es demasiado”, “Mejor cuando todo estaba tranquilo”.
Pero el Tantra nos susurra otra verdad: el caos no es el enemigo, sino la puerta a la expansión. El ego quiere estabilidad, pero el crecimiento necesita crisis. Solo cuando lo viejo se desmorona puede nacer lo nuevo.
Quien huye del caos huye de sí mismo. Quien lo atraviesa, renace.
La rendición: Dejarse morir para nacer
Aquí yace la clave del viaje tántrico. No se trata de resistir, de luchar, de controlar. El Tantra enseña la vía opuesta: la rendición. Dejar de intentar entender con la mente. Soltar la necesidad de certezas. Dejarse llevar por la corriente de la vida. Cuando el viajero se rinde, la tormenta se disuelve. Ya no es el navegante, sino el océano.
Es en este punto donde el verdadero cambio sucede. No es un cambio impuesto, sino algo que emerge desde dentro. Como la semilla que rompe la tierra para convertirse en árbol. Como el río que, sin esfuerzo, encuentra su camino al mar.
El compartir: La comunidad como catalizador
El viaje es personal, pero nunca solitario. En la Odisea del Ser, como en cualquier camino tántrico, la comunidad es un espejo. Quien no comparte su experiencia, quien no se abre a la danza de la interacción, pierde la oportunidad de verse reflejado en el otro.
Muchos guardan silencio creyendo que el proceso es solo interno. Pero el Tantra es experiencia, es presencia, es entrega a la vida. Y la vida sucede en el intercambio. El verdadero crecimiento ocurre cuando nos atrevemos a exponernos, a ser vulnerables, a recibir y ofrecer.
El regreso: El viajero convertido en sabiduría
Finalmente, quien ha experimentado la Odisea del Ser ya no es el mismo. No porque haya alcanzado un destino sino porque ha descubierto que no hay destino, solo el presente. La transformación no es un punto de llegada sino una forma de caminar. Ser el océano, no la barca. Ser la llama, no la vela.
El experimentador regresa no como alguien distinto sino más auténtico, más presente. Ha comprendido que el cambio no es algo que le ocurre a él, sino a través de él. Y con esta comprensión el ciclo comienza de nuevo, porque el verdadero viaje nunca termina, solo profundiza.
Reflexión final: ¿Responderás a tu llamada?
La Odisea está frente a ti, siempre disponible. El cambio es inevitable, la única pregunta es: ¿lo abrazarás o te resistirás?
No temas la tormenta pues es la que limpia. No temas el caos pues es el que revela. No temas rendirte pues solo quien se entrega se encuentra a sí mismo.
Así que, ¿qué eliges? ¿Seguir en la orilla o sumergirte en la danza de la existencia?



