La caricia no es solo un gesto; es un puente entre cuerpos, mentes y energías. Su intención determina su poder: no basta con tocar, es necesario tocar con presencia y conciencia.
En el tantra, el cuerpo es un mapa de conciencia, y cada zona tiene un idioma propio. La ciencia confirma que este lenguaje se refleja en nuestras hormonas, cerebro, respiración y sensaciones.
Cuando un hombre coloca la mano sobre el hombro de otro con intención de cuidado y presencia, la oxitocina fluye silenciosa. La mirada tántrica reconoce este gesto como presencia y seguridad, y el corazón se abre sin palabras.